Alma Hemofílica

—¡Qué poca imaginación tiene el mundo! —dijo el otro yo largamente descuidado, con su propia lengua—. Si yo perdiera accidentalmente la pierna, no me pondría una pierna de palo, ¡no! Tendría una pata de oro con incrustaciones de piedras preciosas, y parte de la pierna sería una jaula dorada donde cantaría un pájaro azul mientras yo me paseo hablando con los amigos. Y si me cortaran el brazo me haría un brazo nuevo de cobre y jade, y con un compartimiento para hielo seco. Y otros cinco compartimientos, uno para cada dedo. ¿Alguien quiere beber?, preguntaría yo. ¿Jerez? ¿Brandy? ¿Coñac? Luego doblaría los dedos serenamente sobre los vasos. De los cinco dedos, cinco chorros fríos, cinco vinos o licores. Luego cerraría los cinco grifos, y ¡brindemos!, diría yo.