Wednesday, November 19, 2008

Te odio


The thrill is gone
It's gone away from me
The thrill is gone baby
The thrill is gone away from me
Although I'll still live on
But so lonely I'll be
"The thrill is gone", B.B. King



¡Y pasó!. Esta basura de facebook, a los que todos veneran y nostalgian pensando en que "todo fucking tiempo pasado fue anterior"... arrojó a sus orillas uno de los desperdicios de mi alma, que tenía muy, pero muy escondidos y enterrados.

(por favor sacar el violín más pequeño del mundo)

Corría ¿cuarto básico?, 198 y algo, cuando en Técnico Manual, ¡Tú!, ¡mi dulce pedagoga!, te percataste que uno de tus discípulos lo estaba haciendo mal.
¡Era obvio!, recuerda que era solo un niño. Pero ¡no!, fué mejor humillarlo frente a todo el curso. Si te mostrara mis notas, de estos putos ramos de manualidades y artes, tal vez dirías: "era lógico, si en cuarto básico, cuando lo humillé publicamente, ya se veía venir que este chiquillo tenía cinco meñiques... y en ambas manos".
Ya no se si agradecer o si gritarte en tu fucking cara. Me cortaste las manos pero pude abrir mi mente. Me convertí en un lector insaciable, un alumno brillante en todo, bueno.. tu maldito ramo lo podríamos obviar. Apareció la literatura, la poesía, nada que tuviera que moldear con mis malditas y torpes manos.

Afortunadamente el destino me agarró, ya viejote, y tuve que aprender a la fuerza, aunque siempre entretenido, que las artes plasticas y las manualidades son maravillosas.. ahh.. si supieras como trato a mis alumnos te daría lipiria: Lo hago con cariño y con voluntad de servicio. Jamás con tu amargura y estrechez mental. Toda mi vida he deseado ser diferente a ti.

Desde hoy te conviertes en mi enemigo más antiguo. Quedarás para siempre en mi memoria como una pobre mujer, histérica y amargada, que jamás debería haber pisado una aula de clases. Lamento que compartas esta foto con mis otras maestras, a esas que llevo con cariño en mi memoria, por las que al menos bajaré la cabeza el día que me entere que ya se fueron.
En cambio a ti, cariño malo, te dedicaré un cigarro cubano y un buen vino, porque te habrás ido de esta existencia... y para siempre.


"Confesión", Calamaro - Bunbury

Saturday, November 15, 2008

Carta sin destino final


“I saw you face on summer’s day. I saw you face on summer’s day. But was only a reflection, by a window far away. Was only a reflection so far away.”
(Luca Prodan).








Querida...

Te quería contar una historia. Primero pedir disculpas por la pasada reunión del Sábado. La verdad es que solo quería salir contigo. Fue un estorbo haber ido con uno de mis amigos y con una de tus amigas. El problema es que estábamos tan lejos del mundo civilizado que no teníamos donde arrancar. Me encantaría tan solo estar contigo para poder hablar a nuestras anchas sin que nadie nos distraiga imponiendo temas pedantes de endodoncias o técnicas de narrativa cinematográfica.

También debo pedir disculpas porque soy un tarado. Sí, un tarado con todas sus letras. La verdad es que jamás te he dicho, ni tampoco a nadie jamás le he contado, que sufro una terrible enfermedad. Esta concierne netamente a mi incapacidad de actuar como un ser humano normal cuando estoy frente a la persona que me encanta. Los síntomas son claros: Me sudan las manos, me tiembla la barbilla y de mi boca puede nacer quizás que soberana estupidez con tal de no ser evidente en mi locura desenfrenada hacia dicha persona. Mi humor se descompone y soy capaz de discutir hasta con el Papa si es que interrumpe mi mágica velada. El tartamudeo es leve, casi imperceptible, producto de la poca decisión de decir tal o cual palabra perfecta que no me deje como un bobo pero, finalmente, nunca funciona. Como último síntoma de esta singular enfermedad es un bloqueo neuronal absoluto, que impide que mi cerebro se concentre en otro punto que no sea ella y obliga a mis ojos a centrarse cien por ciento en esta mujer. Cosa que por más que trato de evitar no puedo vencer. ¡Es espantoso estar enfermo!, realmente preferiría un fulminante dolor de cabeza, una puntada en el estómago o por último una ceguera temporal que me impidiera acercarme a mi enamorada porque las consecuencias.. son nefastas. ¡Sin duda he de tratar acabar con este mal!. Por esto visité a un médico brujo, que me recomendó un amigo, que dicen tiene el remedio para algunos dolores de espalda, amigos indeseables y otros males de sociedad, quien me hizo unos exámenes mirando la reacción de mis pupilas mientras frente a mis ojos pasaba imágenes de chicas vestidas de ángeles. Fue extraño. Una vez hecho el primer examen me envió a recolectar una infinidad de diferentes objetos que fueran usados por gente cercana a mi persona en estos últimos días. Un poco incrédulo partí a mi casa y comencé a llenar mi mochila con cuanta cosa pudiese haber usado estos últimos días. Un Cd de Espineta, un libro de Lewis Caroll, una pluma de serpiente, etc...

Yagar Smith Sepúlveda, ahora mi médico brujo personal, hijo de padre afro-británico y madre latina, me dijo que me desvistiera y me recostara sobre una camilla hecha de madera de cactus con almohada de plumas de cuculí. Al instante, Yagar comenzó a vaciar mi mochila y a separar cada objeto de acuerdo a cada persona que lo hubiese utilizado o tan solo tocado pues, para los efectos de la medicina espiritual, era fundamental.

El doctor Smith Sepúlveda analizó cada objeto y seriamente se dirigió a mi preguntándome si estaba dispuesto a efectuar este último examen. Me dijo que era brutalmente doloroso y de alto riesgo, pero que era la única forma de detectar la causa exacta de mi padecimiento, y en caso de dar resultados positivos debía operar en el acto. Accedí a las maniobras con la esperanza de purgar estos dolores de mi cuerpo porque “¿Qué cosa podría doler más?”.
Yagar Hizo una pasta con cada elemento, separados en potes que contenían los nombres de cada persona. Ató mis brazos a la mesa y me dijo que haría distintas incisiones en ellos para vaciar un poco de pasta en cada herida.
- “¡Un test cutáneo!”, grité contento, a lo que el doctor respondió furioso -“¡No sea tonto!, ¡esta prueba no es extraña medicina de hombre blanco!”-.

Vació un poco de pasta de un pote que tenía el nombre de Ximena y en un instante salió de mi herida un calidoscopio hecho de lechugas y pasas. Un pote que decía Carolina hizo que de mi brazo salieran hojas de parra. Otro pote que decía Daniela hizo que brotaran algodones de dulce. No entendía lo que pasaba, el médico tomaba pote tras pote y salían distintas cosas de mis heridas: globos, dados, sombreros, etc. ¡Estuvimos toda la tarde en la faena!. El doc hacia un tajo, echaba la pasta y algo salía. Por suerte dejó de cortarme cuando de un pote que decía Alejandra hizo que salieran conejos por cientos. Estuvo media hora saltando de un lado a otro de la consulta tratando de atrapar los animalitos. Fue una tarea dura. Cuando llevaba persiguiendo al conejo número 27 se le ocurrió una gran idea: Le pasaba a un conejo el calidoscopio hecho de lechugas y pasas, este lo recibía y cuando se entretenía mirando el espectáculo les daba un golpe en la cabeza con un garrote que había salido de una de mis heridas y los metía aturdidos en un tremendo saco de arpillera que había salido de otra.

Así pasamos la tarde del Domingo. Estaba furioso por no poder ir al Parque Forestal a pacticar malabares, pero se supone que era por mi bien.
Yagar miraba una y otra de las heridas que había hecho en mis brazos.
- “Está todo bien”, decía, “Pero no hay caso, no puedo encontrar lo que tienes”-.

Mientras Yagar iba de un lado para otro de la consulta le pregunté si es que podía fumar, pues esto de las operaciones místicas me estaba inquietando, a lo que respondió que ningún problema.

Como estaba fuertemente amarrado a la mesa le pedí que me pasara los cigarros de mi chaqueta. Fue cuando puso un cigarrillo en la boca y acercó el encendedor el momento en que sucedió la maravilla. Bastó que el doctor Smith colocara el encendedor sobre mi, para prender el cigarrillo, para que todas, y no te miento, todas las heridas de mi brazo se curvaran como haciendo una sonrisa. Hubo un largo e incómodo silencio.
-“Es una sonrisa”, afirmó Yagar con otra alba sonrisa en sus negros labios, “Tu cuerpo está contento”.

Ante las palabras del doctor Smith me entró algo así como una pequeña furia:

- “¡Como se le ocurre que son los encendedores la causa de mis pesares!-. Estallaba en ira -“¡Usted está loco!, ¡Suélteme y le voy a mostrar un hombre contento!”-.

El doctor Smith lanzó una carcajada de bruja difónica y me respondió:- “Calma hombre, no es el encendedor lo que contenta a su cuerpo, mire”-. Acercó el encendedor a mis ojos y me mostró con sus oscuras manos un largo pelo que estaba enredado en él.

-“Vamos a hacer una última prueba”-, agregó.

Tomó una lanza gigante que estaba colgada junto a una máscara igual de grande y colocó el pelo en un tronco contiguo a la mesa. “ZAP”, sonó el lanzazo que el certero Doctor Smith dio al cabello para partirlo en dos. Tomó uno de los pedazos y con energía comenzó a molerlo en un mortero de hueso. Me fue imposible ver el resto del proceso. Era tal la cantidad de chispas que saltaban de un lado a otro que tuve que volver la cabeza para cuidar mis ojos, así que solo supe que Yagar había terminado cuando dejó de cantar unos extraños versos llenos de palabras sin vocales. Volví a mirar que estaba haciendo cuando un grito de batalla me hizo helar la sangre. Yagar saltaba sobre mí con la lanza en alto para golpearme. En un milisegundo pensé que iba a ser otra de las pequeñas cabecitas que estaban colgadas en una de las paredes de la consulta. ¡Pero Yagar es el mejor!. Fue tan certero en su golpe que no sentí cuando hizo el tajo en mi brazo. Con decir que ni siquiera sangró.

-“La hora de la verdad”-, dijo teatralmente el doctor Smith mientras acercaba el pote a mi brazo. No emití una carcajada porque sabía que estas frases las usan para sugestionar a los pacientes quienes después hablan maravillas de estas operaciones mágicas.

Retomando, el doctor Smith untó unas plumas de pelícano en la pasta y las acercó a mi herida, la que obviamente hizo una sonrisa, para esparcirla por encima. Asustado, cerré los ojos porque lo único que no había salido de la herida era un animal salvaje como un oso o un león y ya estaba convencido que mi destino funesto era ser devorado por algún animal extraño. Nuevamente hubo un largo silencio.

Pero no pasaba nada, ¡correcto!, nada.

Abrí los ojos para ver a Yagar con sus ojos chiquitos, como los de un chino, tratando de ver algo que aflorara de la herida.
-“¿Y?”-, le pregunte tímidamente.

-“Nada”-, respondió Yagar, -“¡Era lo que me temía!”-.

¡No entendía ni flauta!. Con mis ojos fijos en el pote, me sudaban las manos y no podía concentrarme. Tímidamente pregunté a Smith -“¿Me, me, me vas a o-operar?”-.

Esa lanza realmente me daba susto. Además Yagar me demostró que no tenía ni idea de lo que era la anestesia.

-“No es necesario”- me dijo tranquilamente, -“¡Sé como curarte!”-.

¡¡¡Jujua!!!, no cabía en mí cuando dijo esto. Traté de dar un salto de alegría pero no pude porque estaba amarrado a la mesa, la que casi doy vuelta.

-“¿Y-y-y-y cómo?”-, pregunté.

-“¿Ves?-, me dijo, -“A eso es lo que me refiero. Estas tartamudeando, tus manos están mojadas, tu pera esta tiritando y desde que te eché la pasta en la herida que estás mirando fijamente el pote.. ¡Esta es la causa de tu pesar!, ¡Ahora vamos a curarla!”-.

Ante mi ecepticismo, el Dr. Smith Sepúlveda tenía razón, ¡los síntomas estaban claros!.

Yagar escudriñó en unos baúles, cubiertos de estampillas postales, sacando distintos tipos de extrañas estatuas, armas, ollas y sartenes, etc... hasta que dió con lo que buscaba y se acercó con una muñequita de trapo. De su bolsillo sacó el otro trozo de pelo que había cortado y lo ató con sumo cuidado a la cabeza del monito.

-“Dale un beso en la boca”-, me ordenó mientras lo acercaba a mi cara”.

-“¡Ba-ba-basta!”, le dije iracundo, “¡deja de de-de-de-decir tonteras!, ahora le vamos a dar al vu-vu-vudú”-..

Antes que pudiera decir más, con una habilidad natural me agarró de las mechas y me plantó la muñequita en la boca. Traté de defenderme con los peores garabatos que le pude decir con los labios apretados, quería estar desatado para poder enfrentarlo. No estaba siendo una pelea justa. Meneaba mi cabeza, de un lado a otro, tratando de despegar la muñequita de mi boca hasta que de pronto comencé a sentir un calor extraño en los labios. Levemente saqué mi lengua y sentí un sabor medio dulzón al tocar el muñeco, algo como miel. ¡Que va!, me dije. Rendido cerré mis ojos y le di un beso a la muñeca que me dejó un poco mareado. Yagar alejó la muñeca de mi boca, me soltó de las mechas y cortó las ramas de sauce que me ataban.

-“Estamos listos”- me dijo mientras se ponía el delantal ocultando el taparrabos y se colocaba unos anteojos. Sentado en una mesa escribió una receta y me la entregó.

-“¿Cuanto le debo?”-, pregunté medio asustado, porque no sabía cuanto me iba a cobrar. No sabía ni siquiera si atendía por previsión pública.

-“Nada”-, respondió. -“ Me quedo con tu pluma de serpiente y estamos a mano”-.

Se la pasé encantado, total, el atrapasueños que está en mi pieza está llena de ellas.

-“¿Oiga?-, ¿cuánto me cobra por la muñequita?”, le pregunté al tiro antes que el hombre se avivara y me cobrara un dineral.

-“La muñeca no la vendo”-, me dijo, -“Es reliquia familiar y es difícil de encontrar, así que vas a tener que buscar la original para curarte”-.

Casi se me cayó el pelo cuando me dijo eso.

-“Acá en la receta dice que debes suministrarte dosis desmedidas de la esencia de esta persona para que te cures. Aunque en realidad, ¡jamás te vas a curar!”-.

-¡Qué!!!!-, todo se nublaba.

-“Te vas a tener que hacer adicto a esto. Es algo que no se quita, pero se alivia. Debes llevarlo con orgullo”-.

Desenrolló el pelito de la muñeca y me lo entregó, nos dimos la mano y salí de la consulta medio mareado. Este negro de miéchica me había mostrado cual era mi enfermedad, la causa de mis locuras, el origen de toda revolución en mi sistema, pero aún no entendía. Así partí rumbo a mi casa, creo.

Deambulaba de noche en bicicleta por las calles de Santiago, aquel sexto Domingo del mes de Junio, cuando me llegó el chispazo. Pasaba junto a la gente, esquivaba a unas y ahuyentaba a otras. De pronto, a la vuelta de una esquina una pareja se besaba como jamás algún escritor podría describir. ¡Que ímpetu!, ¡Qué pasión!, ¡Qué desenfreno!, ¡Qué diablos!.

Por estar mirando esta pareja no me di cuenta que iba directamente hacia ella, hasta que estuve peligrosamente encima. Para no chocarlos y terminar con su romántico momento salté con mi bicicleta hacia un lado, en un gesto heroico, para insertarme de cabeza entre unos matorrales que estaban junto a ellos.

-¿Te encuentras bien? – me preguntó la muchacha mientras el tipo se revolcaba de la risa.

- ¡Perfecto!- , le dije mientras me incorporaba de un salto como el Chapulín Colorado. –¡Hace tiempo que no me sentía mejor!-.

Tomé mi bicicleta y me fui cantando como loco. Mientras estaba de cabeza, desparramado entre los arbustos, cada imagen y cada palabra se me vinieron a la mente. ¡Estaba tan claro!. Y yo, el muy pavo, no me daba cuenta. Todos mis síntomas, enumerados uno por uno se aclararon. ¡Y te lo puedo asegurar porque lo dice en la receta!:

La causa de mi terrible enfermedad se presenta y explota fuertemente en cada momento y cada lugar que siento “ausencia de ti”.

Un beso

Tapio

PD: Aún conservo el trozo de tu cabello, pero no sé por cuanto tiempo durará su efecto. Por favor llámame.


"Brass in my pocket", The Pretenders, cover.

Wednesday, November 12, 2008

Mr. Accidente
(A.K.A. Capitan Pastel)


"Never drive a car when you're dead"
Telephone call from Istanbul, Tom Waits


Insólito, ya van dos veces.
La primera vez fué estúpida pero esta resultó imposible. ¿cómo prevenir una trampa TAN segura?.
Recordando las trampas de Pierre Nodoyuna (Dirty Dick Dastardly) si sumamos una calle de adoquines, una noche con poca luz y "toda la fucking calle bañada en aceite", no es raro que el accidente fuese inminente. Al menos no iba tan rápido y el aceitito impidio que me desollara :S
Ahí te vi, ¡pelada inmunda!, mirando con deseo a la espera que te tome la mano. Ya me llegara el minuto.. uff.. ¡Splat!, sonido del demonio, que no se quita ni retorciéndose.. ahhh.. ¡Pero hoy no maldita puta!, quédate sentadita porque hoy no estoy confesado... ni nunca lo estaré :)...
... espero.
Tengo el historial más grande de accidentes que conozco. Algunos graves, otros MUY graves y miles de pequeñitos.. como que mi super poder es la sacada de chucha, indigna, sin glamour :(
Por hoy calladito no más, aguantándome los dolores como un buen M.AC.H.O.T.E. Siempre es lo mismo, es igual a agarrarse a combos contra todo mi ex curso. Al menos esos weas sirvieron de práctica.

Pero igual Dueeeleeeeeeeeeeeeeeeeeeee!.



"I wanna be sedated", The Ramones

Monday, November 03, 2008

Mi hoja en blanco

"La vida es en color, la realidad el blanco y negro"
Wim Wenders


Uff.. Pasan y pasan los días donde los trastornos del sueño me impiden pensar.
A la luz de las velas la absenta enfría mis manos y calienta mis tripas. De día trato de centrar un rumbo pero mis mapas estan revueltos.
Soy un caos, soy un fucking caos, mientras busco la combinación... ¡en .todo!.
Ser un hombre promedio, intelectualmente hablando, es simplemente horroroso. Incapaz de comprender tus propias vacilaciones, en ocasiones, desearías ser estúpido.
¿Será necesario abrir el vientre y lanzar las tripas al infinito para trazar el camino?... ufff.. La experiencia no sirve de nada frente al mezquino exhibicionismo del futuro.
Mientras tanto la nuez rueda y rueda en espera de escupir el candente gusano.
Ahora me pregunto, cuando se detenga nuevamente:
¿Gatillo hacia el destino o acerco el índice a mi sien?.
Mis ojos no tienen brillo, mi fé charcuteada en Sal.
Mi inspiración clavó brutalmente la pluma en esta hoja
y atrapó en cruel acto uno de mis dedos .
¡Necesito salir!.
Necesito saltar de un puente en llamas,
tatuarme un sol azteca con lejía,
y volver a sacudir un edificio con mi pogo.

En algún minuto, en algún minuto...

Citando a un maestro "Para ver esto hay que resucitar dos veces para sentirlo hay que morir primero".
Por hoy solo cerraré los ojos y viviré como un humano.



"Ayer", Santos Dumont.